Te quieres tomar en serio tu dieta y te planteas quedarte en casa y renunciar a la vida social, porque sabes que es tremendamente difícil cuidarte con tantas tentaciones a la vista. Aquí te damos una serie de consejos para que puedas mantener una dieta sana y equilibrada sin tener que renunciar a tu vida social: Si no puedes con el enemigo… Puedes invitar a la gente a tu casa. Así, tú serás quien decida el menú y, por tanto, puedes evitar muchas tentaciones. Puedes hacer un gazpacho de cerezas, y de segundo, pollo a la brasa o pescado en papillote, y una ensalada con emulsión de limón y mostaza como aliño. Tus invitados se chuparán los dedos y ni se darán cuenta de que les estás ofreciendo una comida baja en calorías.
Y de beber te puedes preparar una gran jarra de mojito “sin”: agua con gas, limón, hojas de hierbabuena y mucho hielo. Seguro que más de uno se apunta a tu refrescante bebida.
¿Y si quedamos fuera de casa?
En las terrazas y los bares de tapas se multiplican las ofertas seductoras y se reducen las opciones de comer light, pero puedes hacerlo. Así, puedes pedir unos berberechos o unos pepinillos o cebolletas en vinagre (cuidado si tienes acidez de estómago) o una ensalada de tomate con ventresca.
¿Qué pido de beber?
En los chiringuitos, bares y restaurantes la opción de bebidas sanas se reduce drásticamente más allá del agua. No te recomendamos los refrescos light, ya que tienen un alto contenido en edulcorantes que pueden “engañar” al metabolismo y, al contener gas, hinchan el abdomen. Los zumos embotellados tampoco son indicados, ya que contienen una alta cantidad de azúcares. Y por supuesto, es mejor evitar el alcohol. Ante este panorama, te damos una clave: moderación. Pídete lo que te apetezca, pero saboréalo y no bebas rápido. Si tienes mucha sed, es preferible que te pidas primero un vaso de agua y luego una cerveza pequeña, una copa de vino o un refresco. Si no te quieres saltar la dieta en ningún caso, puedes pedir un té con hielo y limón.
Concédete un capricho un día a la semana.
Puedes hacer una comida libre un día a la semana, sin cometer grandes excesos. Come lo que te apetezca, masticando despacio y saboreando, e intenta que sea en un plato de postre.
Sin obsesionarse.
En cualquier caso, lo importante es no obsesionarse. Si estás en permanente estado de ansiedad, corres el peligro de pegarte un “atracón” para calmarla. Así, es preferible que te permitas un pequeño “pecado” de vez en cuando aunque adelgaces más despacio.
Haz ejercicio.
Aprovecha el tiempo libre para dar largos paseos, nadar o montar en bicicleta. Son formas divertidas y sanas de quemar los pequeños excesos que hayas podido cometer. Y no te olvides del suelo pélvico, aprovecha la piscina.
No renuncies a tu vida social porque te estés cuidando. Existen alternativas que no te harán sentir que te privas de nada. Y, si aun así, no puedes resistir la tentación, cae en ella, pero con moderación. Eso sí, intenta compensar esa noche o al día siguiente comiendo o cenando algo ligero. ¡Buen verano!