Esto, que podría llegar a sonar egoísta o sin sentido –dado que los niños están indefensos- es, en realidad, la expresión de una necesidad vital que puede hacerse extensible a nuestro día a día: Es imposible cuidar a otros si no te cuidas primero tú. Por eso, es importante aprender a ser amable contigo misma.
A las mujeres esto nos debería resonar especialmente porque desde que tenemos memoria recordamos a nuestras madres, abuelas y bisabuelas atendiendo a todo menos a ellas mismas (en general). Nuestro rol de cuidadoras nos ha acostumbrado a priorizar siempre las necesidades de los demás ante las nuestras y ha llegado el momento de decirlo: este acto de generosidad puede afectar a nuestra salud.
Si los auxiliares de vuelo insisten en que antes de poner una mascarilla de oxígeno te la pongas tú es porque la mayoría de personas tiende a ayudar a otro antes de ayudarse a si mismo. Esto es particularmente cierto en el caso de las mujeres y no sale gratis.
La carga mental, entre otras cosas, de llevar en nuestra memoria todo aquello que atañe a la organización del día a día de hijos, padres y pareja nos conduce a tener una existencia más estresada, cansada y tensa de lo que sería conveniente.
Descansamos menos y peor, no respetamos nuestras posibles necesidades nutricionales y priorizamos las actividades de otros o el trabajo antes del disfrute de nuestro tiempo libre y de autocuidado. ¿Conclusión? Que aunque la esperanza de vida de las mujeres sea mayor que la de los hombres, la calidad de la misma no se puede ni comparar.
La importancia del autocuidado en la mujer
Este desequilibrio se debe a los roles primitivos por los que sigue rigiéndose nuestra sociedad. La mujer ha sido tradicionalmente la destinada a la atención del hogar y sus integrantes, la “experta” en estas lides. Pues bien, esto no tendría que ser una circunstancia a erradicar, siempre y cuando no fuera en contra de nuestro propio autocuidado. Y la experiencia dice que es así.
Es hora, por tanto, de priorizarte y buscar el bienestar físico y emocional y, para ello, es obligación de todos cambiar la mentalidad, aliviar la carga femenina en el hogar y, sobre todo, promover estilos de vida más saludables, tanto a nivel físico como mental y emocional.
Cuando hablamos de estilo de vida saludable, -salud que nunca debe entenderse como ausencia de enfermedad- nos referimos al bienestar físico, mental, emocional y social. Para mantener todas ellas en buen estado hay que trabajar aspectos como la alimentación saludable y la práctica de ejercicio físico a diario, sí, pero también otros igual de importantes como el descanso, el control del estrés, la socialización, el autocuidado y el cultivo y disfrute de los propios intereses.
¿Por qué a las mujeres nos cuesta cuidarnos?
Parece ser que, en cuestiones de salud y autocuidado, existen diferencias biológicas de género y, por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya consideró prioritario identificar cuál es el impacto de las mismas.
Para ello, sanitarios como nutricionistas, expertos en la actividad física y el deporte, psicólogos y fisioterapeutas se afanan desde hace tiempo (en forma de movimientos como #lasmujeresnosmovemos, por ejemplo) por detectar qué condicionantes ayudan o impiden implementar hábitos de vida saludables en las mujeres y qué elementos ayudan a adherirse a ellos con constancia a lo largo de la vida.
¿Por dónde empiezo?
Para ponértelo más fácil, hemos elaborado un decálogo con las conclusiones de estos trabajos. Toma nota:
1.- ¡Fuera culpa! Dedicarte un tiempo a ti misma no es descuidar a los tuyos ni tus quehaceres diarios. Nuestro cuerpo y nuestra mente requieren del mismo cuidado amoroso y constante que damos a los demás y eso no nos hace peores hijas, madres, hermanas, parejas. ¿Si para ellos hay tiempo, voluntad y disposición, por qué no lo hay para nosotras?
2.- Haz de tu salud un compromiso más de tu agenda diaria. Así te será más fácil encontrar un hueco para hacer ejercicio, para la cita con el médico o para ver a tus amigas.
3.- Sí, has leído bien. Las amigas, y el ocio en general son vitales para nuestra salud mental.
4.- Si la organización de tu hogar recae sobre tus espaldas, es hora de hacer un cambio. A no ser que vivas sola, no hay razón para no repartir las tareas en casa. Y recuerda: No todo tiene que estar perfecto. Es más importante tu descanso mental.
5.- Párate un poco y piensa: ¿qué necesito para sentirme mejor? Haz una lista de cosas que podrías hacer para mejorar tu salud física, mental y emocional y ve poco a poco.
6.- Habla con tu pareja, apóyate en ella y explícale que sois un tándem y que trabajar en equipo, no solo redundará en una mejor armonía familiar, si no que vuestro ejemplo servirá para contribuir a que los roles obsoletos vayan evolucionando.
7.- El equilibrio es la clave. Salir del todo o nada. Simplemente, poner al mismo nivel las necesidades propias y las ajenas.
8.- Busca actividades que te hagan feliz.
Porque a ti te preocupa rendir en tu trabajo, cuidar a tus amigas y que las necesidades de tu pareja, hijos y padres estén cubiertas, pero a ti, ¿quién te cuida?